132 street [priv. Yerik]

El sol empezaba a tornarse anaranjado, pintando el reflejo de los vidrios en los edificios del mismo tono. Heikki camino por las calles del Ghetto con despreocupación aparente, fue fácil encontrar el camino a su destino amparado por la luz del día. Las calles no tenían indicaciones o nombres, eso diría cualquier incauto, alguien había borrado toda señal para guiarse con seguridad a través de esas calles, excepto por las minúsculas marcas escondidas a veces en la esquina de un edificio otras sobre el piso, solo debías prestar atención, también le ayudó el haber ido a la estación del tren y ver el mapa de rutas, memorizó el orden en que estaban enumeradas las calles, fue pan comido al adentrarse en el ghetto.
Iba con cierto tiempo de sobra, se encontraba a cuatro calles para llegar al punto de reunión, decidió aprovechar el tiempo echando un vistazo a los alrededores.

Despues de despedirse de Yerik en la mañana, vago un rato; para cuando iniciaba la tarde llegó ya conocía como llegar a distuntos puntos de la ciudad, junto con las zonas de la ciudad incluso llegó a ver un lugar al que llamaban "La fuente del unicornio". Un lugar de recreación para quién tuviera suficiente dinero; en su opinión una forma elegante de llamar a un vulgar burdel para ricos, eso seguía siendo no importaba lo fino o refinado que fuera aún estando en la zona más rica de la ciudad.
No importaba a donde fuera, el dinero seguía siendo lo que movía al mundo, he ahí la prueba; los jodidos ricos ricos tenían su burdel al amparo de la ciudad. Siguió su camino hasta llegar a la playa, cuando sintió hambre regresó a la ciudad para ser más precisos al centro comercial, comió y estuvo esperando que aparecieran los tipos de la vez pasada sin éxito. Al dar las cinco lo dejó para dirigirse a su compromiso.

Conforme se iban volviendo mas opacos los rayos del sol el movimiento en el ghetto cambiaba, algunos locales cerraban otros abrían, las luces comenzaban a iluminar parte de la calle. Al dar vuelta en una esquina vio a un viejo poner una tabla sobre un cubo de pintura para hacer una mesa y poner tres vasitos junto a una pequeña semilla de almendra, el viejo se sentó detrás en una sillita.

"Extraño momento para poner en negocio" penso al verlo, conocía ese tipo de juegos; una estafa. Igual se acercó al anciano.

-¿Cuál es el premio?- preguntó al anciano, este puso sobre la mesa un billete con tres ceros, eso capto su atención - ¿Cuanto para iniciar el juego?-

-Por ser sólo un mocoso la primera vez es gratis- dijo con burla. Ese viejo le tocó los...nervios al hacerlo.

Cinco juegos después y con la mitad de su dinero dejó a ese viejo chocho estafador, perdió el tiempo tratando de recuperar sus dinero, hasta que cayó en cuenta con su compromiso con Yerik, tenía como cinco minutos para llegar por suerte podía tomar uno de los callejones para cortar camino, esta parte de la ciudad estaba lleno de ellos.

Al despedirse esa mañana de Heikki, Yerik se fue con cierta satisfacción en su rostro, las cosas iban a ponerse intersantes, tenía tiempo de sobra para hacer las visitas que tenía que hacer. Lo primero que hizo fue regresar a casa, dejó sus cosas en la pequeña alacena, ya que no tenía hambre en ese momento gracias a Heikki. Se duchó rapidamente y se lavó los dientes, decidió tomarse una pequeña siesta ya que no había dormido casi nada en toda la noche, al despertarse se cambió de ropa con calma luego de comer algo rápido se dispuso salir para ir a cobrarle al viejo Mike su dinero por haber hecho ronronear de nuevo a "Lesly", su vieja van.

Salió con tiempo suficiente para poder ir y regresar de nuevo al ghetto para su encuentro con Heikki. El viejo Mike le invitó a pasar a su casa y le introdujo a su hijo, aparentemente estaba muy interesado en que éste aprendiera un poco de lo que sabía Yerik sobre cómo arreglar autos aunque aquel se veía muy poco interesado en ello y para ser honestos, a él no le agradaba mucho el chico que rondaría su misma edad, tal vez más joven. Mike era un tipo bastante sociable y el tiempo se le pasó volando entre que el viejo platicaba sus anecdotas de juventud con "Lesly" y sus aventuras con los amigos. Cuando Yerik se dio cuenta faltaban treinta minutos para la hora acordada con Heikki, apenas le daría tiempo de llegar, se maldijo por no haberse dado cuenta antes, no le gustaba llegar tarde a sus compromisos. Por fortuna, el viejo Mike se ofreció a llevarlo en su van, estaba tan feliz de poder conducir de nuevo a "Lesly" que podría haber llevado a pasear a su perro sobre ella.

Llegó con unos diez minutos de anticipación a la entrada del ghetto gracias al aventón de Mike, no quiso que se adentrara más, algunas calles podían ser engañosas y el viejo bonachón era un tipo agradable, no quería causarle problemas, ese era el peor lugar para perderse estando el sol a esa altura.

Yerik caminó hasta la calle donde se vería con Heikki, conocía de memoria las callecitas y callejones que a muchos confundían, todas lucian igual de gastadas y oscuras hasta en el día. Cuando llegó a la dirección Heikki aun no llegaba, aun era buena hora y confiaba en que el chico no se acobardaría, lo había visto en sus ojos, al igual que ára él, no podía rechazar un reto y creía no equivocarse con este. Se sentó en un escalón, sacó su navaja y empezó a jugar con ella mientras esperaba a ver si llegaba su socio, en donde estaba no había peligro de que pasara alguna patrulla, estaba bastante dentro del ghetto como para que los azules se adetraran a esa hora.

Heikki se apresuró para llegar a su encuentro, la puntualidad no siempre era su fuerte, más nunca faltaba a un compromiso y tampoco dejaba abajo a un amigo o compañero. Por eso al quedar con alguien salía con tiempo suficiente de sobra (una hora antes), debido a los improvistos que se cruzaran por su camino.

Corrió hasta un callejón sin salida conectado directamente a otro csllejon en la calle 132 al otro lado de la pared, tenía que cruzarlo y estaría ahí. Se subió a una de las escaleras de incendios de uno de los edificios. Al poner un pie la estructura rechino por la falta de mantenimiento, ser ligero tenía sus ventajas, subió hasta llegar a la altura deseada y salto hacia la parte alta del muro lograndolo sin problemas sobre la delgada cima. Se agazapo como un gato preparandose para saltar al otro lado, al hacerlo cayó sobre la punta de los pies primero para dar un giro, en la inercia del movimiento hacia adelante para amortiguar la caída con todo el cuerpo. Mentiría si dijera que no le gustaba andar por ahí saltando cosas o en los techos, no temía a las alturas. Las carreras sobre los techos era una de las cosas que más extrañaba de su pandilla; andar igual que gatos callejeros.
Salió del callejón vio a ambos extremos, localizó a Yerik al voltear a la derecha a unos 10 metros sentado en un escalón. Caminó tranquilo al verlo.

-Bonita chica- señaló la navaja con la que jugaba Yerik al llegar Heikki hasta él.

-¿Puedo verla?- preguntó, las navajas le gustaban, fáciles de esconder y cargar, silenciosas, las preferia a las armas. No era buena idea pedirle a alguien dejarte ver su arma si no había confianza, así que saco a Blix, su fiel amiga; una navaja estilo mariposa, de mangos negros y filosa como la lengua de un demonio. Con unos cuantos giros con su muñeca y la práctica, dejó la filosa hoja al descubierto e igual volvió a guardarla en entre sus mangos. Debía ser cuidadoso en la forma que la usaba, un mal giro o la sujetaba mal podía ocasionarle una herida, tampoco necesitaba usar trucos para usarla, le gustaba hacerlo porque se trataba de un juego para Heikki cada vez que lo hacía.

-Esta es Blix- se la ofreció, con la filosa hoja guardada entre los mangos en muestra de buena voluntad para que Yerik la probara.

Yerik no esperó demasiado tiempo ahí sentado, lo vio de reojo salir de un callejón que no recordaba que tuviera salida, supuso que había tomado un atajo. Para eso habría tenido que pasar por camino dificiles, pensar que era nuevo en la ciudad y ya sabía encontrar los atajos más dificiles de encontrar significaba que era bastante bueno.

Al verle jugar con su navaja, Heikki le había pedido verla, él no tenía problemas con eso, sonrió de medio lado - Seguro -  le extendió a su vez su navaja automática tipo stiletto de mango rojo con la cuchilla guardada para que Heikki hiciera lo mismo

- Lucy - le dijo mientras que con su otra mano tomaba la navaja mariposa que le mostraba Heikki.  - Vaya que es linda - silvó al abrirla con un movimiento rápido de la muñeca, inspeccionandola y admirandola, su filo destellaba a simple vista. La movió en su mano un poco, haciendo giros con su muñeca, era una buena navaja, ligera y suave, como la suya tenía un filo tan agudo que solo con desenfundarla se oía que cortaban el aire.

Se sentía como un niño que se reencontraba con su juguete favorito, su primera navaja había sido una como la que cargaba ahora. Había aprendido a maniobrarla con ayuda de un amigo que pertenecia a una pandilla a la que se unió un tiempo después de haber derribado a uno de sus miembros en el rito de iniciación. En aquel tiempo era mucho más pequeño, pero esto nunca lo había detenido, usaba lo que tenía a su favor por simple instinto, instinto que con la practica se convirtió en estrategia y tecnica. Qué buenos recuerdos tenía de aquellos días... hombre, extrañaba a su pandilla.

Ahora, su confiable amiga, con quien tenía ya un par de años, nunca le había fallado, en las buenas y en las malas, nunca la soltaba. Por eso aquella vez en que tuvo que dejarla en la estación estaba tan molesto, sin su navaja se sentía desnudo, indefenso, al salir de ahi lo primero que habia hecho fue recorgerla, por fortuna no le pusieron peros aunque no confiaba en volviera a tener tanta suerte, como quiera, no tenía pensado volver a dejarse agarrar.

Cuando estuvo satisfecho, devolvió su navaja a Heikki, de la misma manera en que la había recibido, con la cuchilla guardada entre los mangos.

- Es una buena navaja la que tienes aquí - dijo con una sonrisa - Y bien, ¿ya estamos listos?  ¿por dónde deberíamos empezar? Amigo, esto va a ser divertido - no podía ocultar su emoción por ir a buscar algun contrincante decente y de paso poder ver las habilidades de su nuevo socio.

Se podría que se conocía el carácter de un hombre por el tipo de arma que usaba. La navaja de Yerik lucía pulcra y lista, ligera; pareciera ser no muy peligrosa, jugo con ella un poco, probandola, tocó la punta de la puntiaguda hoja, en cuanto la yema de su dedo hizo contacto una gota carmesí brotó, atravesaría la piel igual a una aguja.Relecía, se notaba el buen mantenimiento que Yerik le daba. Muy bonita y peligrosa, Lucy era perfecta.

-Lucy no esta nada mal tampoco- alabó la navaja de Yerik al igual que una chica.

Penso por un momento hacia donde dirigirse ahora, al dar una vuelta por los alrededores alcanzó a oír a tres tipos que se dirigían a la "zona", paro la oreja para escuchar mejor cuando estaba junto al anciano, lo que ocasionó su apabullante perdida de su dinero. Uno de ellos hablaba demasiado alto sobre ir a demostrar que estaba listo para entrar "club", un tipo estaba seleccionando peleadores. Fue rapidamente silenciado por los otros con un puntapié en la espinilla. El viejo había notado que su atención estaba en la plática ajena, una sonrisa altanera se formó en sus labios, le dio un poco de información de hacia donde se dirigían esos tipos e hizo una nueva apuesta: si ganaba al menos cinco peleas le regresaría lo que perdio, desconfiando le viejo le preguntó que ganaría a cambio y este solo fingió no escucharlo, al final le dijo que sabría si lo lograba.

-Escuche algo hace un momento, sobre unas peleas en el callejón del "círculo", ¿sabes donde es?- Si no lo sabía podrían encontrarlo por ellos mismos sin problemas. El viejo solo le dio esa referencia, más nada. No se fiaba mucho por el anciano, podría ser una trampa, saco conclusiones del fragmento que escuchó, al parecer se armaban un tipo de peleas y había alguien que seleccionaba gente para entrar a otro lugar. No sabía para que o si era para un grupo, de lo que si estaba seguro era que; lo sabría cuando estubiera ahí, de lo que estaba seguro era que encontraría buenos sacos de carne y huesos para usar. Encontrar idiotas en esos lugares era fácil, tendrían la oportunidad lograr lo que se proponian desde un inicio, sin necesidad de esperar mucho tiempo para hacerlo.

También estaba la posibilidad de que Yerik no estuviera interesado, regresaría después de ser así, le gustaba mantener un estado de equidad entre sus compañeros y amigos a la hora de elegir el siguiente paso, que los involucrara a los dos.

-¿Qué opinas de hechar un vistazo?- le pregunto emocionado.

- El callejón del circulo... - meditó por un momento el nombre no le era desconocido - sí... ya recuerdo... ahora que lo mencionas ultimamente he escuchado ese nombre en los ultimos días... no de muy buenas fuentes, por cierto, así que no había considerado ir a echar un vistazo pero parece que valdría la pena ir a ver, está en uno de los lugares menos transitados hacia el este del barrio... - El chico se levantó de su asiento y se sacudió el polvo de la ropa.

Dentro del ghetto había, como es común pensar al ser este tan grande aquella zona, varias colonias o barrios más pequeños, algunos más impopulares que otros dentro del mismo impopular distrito, el que estaba al este era uno de esos.

- Parece que ya sabemos por donde empezar, ¿donde oíste sobre ese callejón? - preguntó distrídamente, no porque dudara de su cómplice - bueno, en realidad no importa, no puedo decir que lo que yo escuché sea de buena fuente - rió quedo - vayamos a ver qué encontramos - sonrió con complicidad a su compañero - algo me dice que cuando estemos cerca nos daremos cuenta.

Comenzó a caminar en la dirección que había dicho y espero a que Heikki le siguiera, tardarían unos quince minutos en llegar a ese lugar. No era extraño que fuera precisamente en aquella parte del barrio donde se rumoreara que se llevaba a cabo la acción ya que varios de los edificios de por ahí cerca estaban abandonados y a medio contruir, algunos de estos edificios y casas se usaban como basureros a juzgar por la cantidad de desechos que se podían ver dentro, otros eran el refugio de algunos vagabundos y delincuentes, los que estaban ocupados eran hogar de maleantes y prostituas, hotelitos de mala monta y casa de algunos pobres diablos, nada que una persona con un poco de desencia quisiera tomar como hogar ni por una noche de poder evitarse: era mejor dormir en una banqueta en cualquier otra parte de la ciudad.

- ¿Y qué te trae a esta ciudad? No parece que seas oriundo de aquí - preguntó Yerik para hacer plática mientras llegaban a su destino, tenían tiempo y nada de prisa, era buen momento para conocerse un poco. - Yo llegué hace casi seis semanas, honestamente no sabía qué esperar al llegar aquí, escuché a un sujeto en el taller donde trabajaba hablar de este lugar y decidí venir a probar suerte - comentó él.

Su nuevo compañero no lo iba a decepcionar. Se levantó para seguirlo de cerca, caminó a su lado derecho.

Yerik le preguntó sobre preguntó sobre la fuente que le dio la información de aquel lugar. Estaba de acuerdo en decírselo, ya que sí iban a estar juntos en esto debían confiar uno en él otro.  Le contó su historia con el anciano y los tíos que iban fanfarroneando sobre las peleas.

- Fue ese viejo quien me lo dijo, además tengo que recuperar mi dinero y quiero aprovechar para echar un viztaso por ahí -  

Conforme avanzaban se podía ver la diferencia entre este lugar y la parte delantera del ghetto, simplemente existía algo aún más oscuro dentro de algo que ya era negro, única forma de describir por donde caminaban. Ya había estado en lugares similares, lo mejor sería prestar atención a su alrededor. Siguió caminando con aparente despreocupación sin embargo se mantenía totalmente alerta.

- Llegué hace unos días - Nada en especial lo llevo a Vermelho - En realidad llegue aquí porque me gusto como se veía la ciudad desde el tren. Viajo, eso es lo que hago, me gusta conocer una ciudad; sus secretos. A veces me encuentro con algo interesante - confeso con simpleza. No tenía un fin o una meta fija, él disfrutaba de pasar un tiempo en una ciudad, luego seguía su camino. Nunca encontró una razón para quedarse, tampoco tenía un lugar al cual volver.

- En los pocos días que llevó aquí, ha sido divertido- sonrió al decirlo. Cada día en Vermelho traía consigo algo nuevo, la ciudad resulto ser una buena opción al bajarse del tren. Las personas que conocía hasta ahora, le agradaban. Empezaba a gustarle la ciudad, pero aun no sabía cuanto tiempo se quedaría.

-Entonces, ¿en que tipo de taller trabajabas?, ¿qué tal te ha ido desde que llegaste?-

- Ya veo, bien, no está de más ir a revisar puede que haya algo interesante después de todo - así eran ese tipo de cosas, la unica manera de averiguarlo era verlo por sí mismos, los rumeres no eran extraños en esos ámbitos, en ocasiones eran más exagerados que la realidad pero ya que venían de fuentes distintas, sonaba prometedor. El paisaje iba cambiando conforme avanzaban, hasta el momento la mitad de los rumores resultaba cierto, y el lugr al que se dirigían estaba en una de las peores zonas.

- Así que viajas.. - qué magnifico propósito en la vida - no sé por qué no me extraña, pareces ser alguien que ha visto algunas cosas y sabe moverse en la ciudad - sonrió con simpatía, le agradaba el chico, no podía decir que él se dedicara a lo mismo, cierto que había visitado ya un par de ciudades luego de abandonar la suya natal pero no consideraba que fuera un asiduo viajero, de lo que si estaba seguro era de que si no encontraba algo que le inspirara quedarse un poco más en donde estaba, emprendía el vuelo. - En eso concuerdo contigo, en el tiempo que llevo aquí me he divertido - incluso pararse en la estación no había sido tan malo, había pasado peores situaciones y una visita a ese lugar era por lo menos de esperarse debido a sus pasatiempos.

- Bueno, trabajaba en un taller mecánico reparando autos, tuve unas diferencias con el dueño y terminé por irme de ahí, no había mucho por lo cual quedarse... pensé en probar suerte cambiando de ciudad y escuché buenas referencias de ésta y la verdad no me quejo, se ve bastante prometedora,siento que me quedaré durante algun tiempo para ver qué más tiene para ofrecer, por el momento solo algunos trabajos esporádicos, pero quiero entrar a algun otro taller, se hace buen dinero cuando encuentras contactos, en especial esos ricachones con autos caros, dan buenas propinas.... solo hay que saber enocontrar un taller con buena ubicación y tener un poco de labia, claro, además de habilidad con los motores - así era como se ganaba la vida, no era suficiente para tener la gran vida pero le bastaba para no tener que preocuparse tanto por tener qué comer, aunque mientras no encontrara un taller que lo recibiera tendría que vivir con un presupuesto ajustado - mientras tanto me dejo llevar por la corriente.

Yerik y él eran parecidos en ciertos aspectos, ambos vivían por su cuenta e iban a su propio ritmo. Saber reparar autos sonaba algo muy útil, a él le gustaba armar y desarmar pequeñas cosas. Dentro de los trabajos temporales que pescaba el que más le había fue ser ayudante de un contratista, era muy divertido demoler y luego reconstruir o instalar pisos de madera, hacer cocinas nuevas era su parte favorita, terminaban luciendo como cocinas de un restaurante. Se sentía bien saberse ser quien ayudó a hacerlo; en trabajo duró unos meses luego llegó la hora de partir de nuevo y no había vuelto a trabajar en eso, le gustaría volver a hacerlo pero por ahora al dejarse llevar igual que Yerik iba por un camino diferente.

-Se a que te refieres, cuando te dejas llevar no sabes donde puedes terminar. Espero que algún día cuando tengas tu taller me hagas un descuento en nombre de la amistad - bromeó. A diferencia de él Yerik tenía una meta que alcanzar, no dudaba en que lo lograría.

-Si necesitas una mano no dudes en llamarme. No se mucho de mecánica pero aprendo rápido-
Siguieron caminando por las calles, conforme avanzaban se encontraban con personas que parecían ir al mismo destino que ellos tenían. Reuidosos punks, tíos arios, pequeños niños yakuza (los que le causaban más risa), grupos fácilmente distinguibles por sus tatuajes o sus ropas, incluso había una jodida pandilla de "chicas malas", solo había una forma de describirlos: perros rabiosos. La mayoría estaba en sus propios asuntos, nadie parecía querer iniciar una pelea, esta podría ser una zona neutral pero nada les prohibía mirarse como si pudieran matarse con los ojos. Logró ver a los tres chicos que vio cuando estaba con el viejo, estaban a lado de un tipo con mala cara que hablaba por celular; llevaba un traje negro y una wakisashi en su mano libre, obviando su linea de trabajo. Los tred chicos parecían perritos con correas ya no hablaban ni hacian todo escandalo que tenían cuando los vio.

Llegaron a una calle sin salida, donde parecían terminar toda la avenida, mas allá de ella no había nada, extrañamente aquí las luces iluminaban correctamente guiadas para hacer un círculo de luz en medio de la calle.

-Bonito lugar este-

Al acercarse algunos no disimulaban al verlos. Cada quien estaba en su grupo, ocupaban el rincón que les gustaba. Estaba emocionado, su parte salvaje extrañaba salir a divertirse.

- Por supuesto, y una mano extra nunca está de más - sonrió, Heikki le agradaba más mientras más le conocía, que sus caminos se juntaran había sido una buena jugada del destino.

Mientras avanzaban el cambio de paisaje y atmósfera era más evidente. Sonrió internamente al ver el desfile de pseudo pandilleros. Aunque se notaba la tensión entre algunos grupos nadie hacía nada.

Como caidos del cielo ahí estaban los chicos de la otra vez, junto con otros sujetos que evidentemente eran sus amigos, no eran la gran cosa. Yerik sonrió internamente, tendría la oportunidad de patearles el trasero de nuevo y esta vez no tendrían ganas de meterse de nuevo con él o con cualquiera.

LLegados a cierto punto descubrieron el por qué de la previa zona neutral. La verdadera acción se llevaba a cabo en la arena imporvisada. Soltó un silvido.

- Muy bonito - respondió el chico a Heikki.

Haciendole una señal a éste para que le siguiera, caminó hacia un lugar donde estaban algunos pedazos de un edificio semidestruido para poder sentarse. Todos esperaban algo o a alguien para iniciar el "juego", tendrían que hacer lo mismo para veriguarlo por ellos mismos.

- ¿Qué opinas del lugar, socio? - una sonrisa de complicidad apareció en su rostro. El chico empezaba a sentir que la sangre en sus venas se calentaba presintiendo la acción que estaba por darse.

El plan sería simple, igual que na mayoría de sus planes; primerl observaría y luego haría su jugada. En esta ocasión debía ir con cuidado porque no se encontraba solo. Cada vez que estaba acompañado tenía la imperiosa necesidad de cuidar de la persona a su lado. Confiaba en que Yerik sería de gtan ayuda, pero las viejas constumbres eran difíciles de olvidar.

-He estado en lugares más "bonitos"- contestó divertido.

A juzgar lo que pensaba Yerik al ver su cara estaba igual de emocionado por entrar en acción. En ocasiones a Heikki le daba por ser el harmano mayor por lo que trataría de llevar las cosas tranquilas tanto como pudiera.

Un hombre con aire superior llegó venido de la nada, un aire de expectación comenzó a crecer entre los grupos de personas. El hombre de distinguía entre los demás porque llevaba un elegante traje, todos seguían con la mirada éste acostumbrado o ajeno a este hecho caminó al centro del circulo de luz.

-Cinco de cinco, ya saben nas reglas y procuren no perder partes de su cuerpo. No importa si ganan todas sus peleas, no perderé el tiempo si quedan lisiados- saco una cajetilla de cigarrillos de su saco, se llevó uno de los blancos cilindros a la boca, lo encendió con todo el tiempo del mundo y caminó hasta quedar debajo de uno de los postes de luz.

Despejado el centro de luz otro tipo tomó su lugar y pronto uno más se le unió, tras un leve reconocimiento entre ambos comenzaron a pelear.
Bastaron que observará los primeros cuatro encuentros para entender la dinámica. La meta era ganar cinco peleas, en cuanto perdías un eras descalificado, aparentemente ya que los que perdían difícilmente podían volver o levantarse para continuar, de eso se aseguraban quienes ganaban. Podían usar objetos como arma lo que ocasionaba heridas considerables y solo paraban hasta noquear a su contrincante, pocos dejaban a sus oponentes rendirse.

¿Cual era la ganancia?, no lo sabía, nadie había llegado a la quinta pelea, llegar a la cuarta era difícil, las heridas y el cansancio cobraban factura, no tenian descanso entre una pelea y otra. A Heikki no le gustaban los juegos donde se perdía más de lo que se podía ganar, además de que no conocía las demás reglas. Esperaría un poco, pero igual que todos sus planes nada solía salir como lo planeaba.

El actual luchador que llevaba tres victorias seguidas se acerco a ellos, escupió al suelo, específicamente a los pies de Yerik retándolo.

- Hey "amigo". ¿Has oído hablar de los baberos?- se mofó del tipo, sintiéndose aludido también. Seguramente loa creia presa fácil, resaltaban como novatos. Aun que éste parecía conocer de algo a su nuevo compañero.